¿Cómo gestionar mis emociones?
La llave que siempre has deseado tener

¿Te has preguntado alguna vez cómo se forman nuestras emociones? Tendemos a pensar que cuando nos sentimos mal, por ejemplo, la razón está en algo que nos ha sucedido, algo que “nos han hecho” o algo que viene de fuera: hay un atasco y voy a llegar tarde y eso me cabrea, mi pareja se olvida de nuestro aniversario y eso me pone triste… Pero en realidad, nuestras emociones no vienen de fuera, sino de dentro. Lo que nos genera un determinado sentimiento tiene que ver con la interpretación que hacemos de lo que nos acontece, no de lo que nos acontece en sí (esto explica por ejemplo, el por qué dos personas diferentes pueden tener emociones diferentes viviendo una misma experiencia). Resumiendo, no es lo que nos pasa, sino lo que nos decimos sobre lo que nos pasa. Por lo tanto, la clave está en nuestro diálogo interno, en nuestras interpretaciones, es decir, en nuestros pensamientos.
Este hecho nos abre una posibilidad la mar de interesante y es que nos convierte en “gestores únicos” de nuestro mundo emocional (¡seguro que no sabías que tenías este superpoder, eh!…): tus emociones dependen única y exclusivamente de ti. Pero como todo superpoder, implica una gran responsabilidad y ésta es la de asumir que, si algo te hace sufrir, es porque tú lo estás permitiendo. Así que… se acabó el culpar a los demás de tu malestar. ¿Capisci?
Saber cómo gestionar tus emociones depende únicamente de ti

Gestión emocional: factores

Bueno, hemos hablado de pensamientos y emociones, pero nos falta un tercer elemento importante en esta ecuación de la gestión emocional: la conducta, que viene determinada por los dos elementos anteriores y los retroalimenta siguiendo este esquema:
De esta forma, la manera cómo pensamos influye en cómo nos sentimos y a su vez en cómo nos comportamos. Si tengo pensamientos positivos, se generarán emociones positivas, que conllevarán conductas o comportamientos positivos, creando un círculo virtuoso. Y si por contra tengo pensamientos negativos, estos generarán emociones negativas, que revertirán en conductas negativas, cerrando así el círculo vicioso, que además suele tener más inercia que el virtuoso. Como también puedes ver en el esquema, este círculo ocurre, asimismo, en sentido opuesto, de forma que lo que hacemos también tiene peso sobre lo que pensamos y sentimos. Por ejemplo, si estoy de bajón y me pongo a hacer ejercicio es muy probable que mejore mi estado de ánimo (si quieres saber más sobre los pilares de nuestro estado anímico, no te pierdas el siguiente artículo:¿Cómo levantar el ánimo? El engranaje de la motivación)   Teniendo en cuenta estos parámetros, el control de tus emociones se basa fundamentalmente en identificar qué pasa por tu cabeza, qué te dices y hasta qué punto esa información es racional, realista y/o favorable para ti. De los más de 60.000 pensamientos que tenemos a diario, alrededor del 90 por ciento, son siempre los mismos, así que fíjate si es importante reconocerlos y revisarlos, no vaya a ser que te estés sintiendo mal por algo que es fruto de tu imaginación…. Y aquí reside la causa principal de nuestro mal manejo o control emocional: que no nos cuestionamos lo que pensamos (por el simple hecho de que un pensamiento aparezca en mi cabeza, le otorgo credibilidad y, por tanto, el poder de hacerme sufrir en caso de que sea negativo). En cierto modo es natural que no nos cuestionemos lo que pensamos… Nadie nos ha enseñado a hacerlo. Es más, muchos de esos pensamientos negativos que nos hacen sufrir tienen su base en profundas creencias arraigadas en nuestra mente desde mucho tiempo atrás (la infancia, por ejemplo). Tan arraigadas que a veces ni siquiera somos conscientes de que están ahí. Un ejemplo claro lo podemos ver con nuestra autoestima. Cuando nacemos y hasta los 2 años aproximadamente, nuestra autoestima está perfecta, nos sentimos valiosxs por nosotrxs mismxs, por ser, por nuestra esencia, independientemente de nuestros logros: nos quieren y nos valoran por nuestra mera existencia. Sin embargo, a partir de ahí empezamos a sentir que nuestra valía está en función de lo que hacemos, de lo que conseguimos, de lo obedientes que somos, de cómo nos comportamos, o de las notas que sacamos… Y ahí empieza nuestra travesía por el desierto: sentimos que nuestra valía personal depende de cómo nos valoren los demás (porque tememos que, si nos valoran, no nos van a querer…)

Cómo controlar las emociones: pasos a seguir

Volviendo al tema que traíamos entre manos, si quieres saber cómo gestionar tus emociones, te recomiendo que sigas los siguientes pasos (coge boli y papel, que te va a hacer falta):

1

Pon nombre a lo que sientes: ¿es tristeza?, ¿es apatía?, ¿es culpabilidad?, ¿es rabia?, ¿es rencor?… Además de serte útil para el manejo emocional, también te permitirá conocerte mejor y saber cuáles son tus emociones más representativas.

2

Pon Intensidad a lo que sientes: cuantifica de 0 a 10 el grado de emoción que sientes: no es lo mismo estar 3 de enfadado que 8, o 9 de ansioso que 4.

3

Busca el pensamiento que hay detrás de esa emoción: ¿Qué te estás diciendo en ese momento? ¿Qué pasa por tu cabeza? ¿Qué mensaje o mensajes te estás dando?

4

Analiza ese pensamiento: Y aquí entran en juego dos parámetros; la credibilidad y la utilidad. Si lo que estoy pensando no es racional o realista o bien carece de utilidad, es el momento de cuestionarlo.
Para ayudarte en este paso, te pueden ser útiles las siguientes preguntas:
  1. ¿Qué pruebas o qué evidencias tengo de que esto que estoy pensando es cierto?
  2. ¿Qué pruebas o qué evidencias tengo en contra de esto que estoy pensando?
  3. ¿De qué me sirve pensar de esta manera? ¿En qué me ayuda, en qué me beneficia pensar así?
  4. ¿Qué pasa si dejo de pensar de esta forma? ¿Cómo me afectará?

5

Busca un pensamiento alternativo más realista y/o más útil: si después de este “interrogatorio” a tu pensamiento te das cuenta de que no es realista, no es práctico, y que te afecta negativamente sin base alguna, entonces te toca dar el paso más importante: buscar un pensamiento alternativo más realista (no vale que sea “más positivo”, tendrá que tener fundamento, o no servirá). Y este nuevo pensamiento será el que sustituya en tu mente al anterior.

6

Persiste en el pensamiento alternativo: sí, es probable que el pensamiento negativo previo esté más arraigado en tu mente, por lo que el pensamiento alternativo recién creado no conseguirá desplazarlo definitivamente a la primera. Te tocará repetírtelo y volver sobre él varias veces, hasta que se fije y desplace completamente al pensamiento negativo anterior.

Te voy a poner un ejemplo para que lo veas más claro:

SITUACIÓN

Mi pareja una vez más, ha dejado la cocina sin recoger después de comer y se ha echado una siesta

EMOCIÓN (0-10)

Enfado (6)

PENSAMIENTO

¡Se lo he dicho mil veces!
Es un egoísta que sólo va a lo suyo… Le importan un bledo mis sentimientos…

ANÁLISIS DEL PENSAMIENTO (INTERROGATORIO)

EVIDENCIA A FAVOR:

– Le he dicho muchas veces que recoja la cocina después de comer y una vez más no lo ha hecho.

EVIDENCIAS EN CONTRA:

– Es atento conmigo en muchas cosas

– Me cuida y soy una prioridad para él

– Suele acabar recogiendo la cocina, pero a su ritmo y a su forma.


UTILIDAD DEL PENSAMIENTO

– Me pongo de mala leche e irascible para el resto del día… No me beneficia en nada.


SI DEJO DE PENSAR ASÍ…

– Me sentiré mejor

– No me afectará a la imagen que tengo de mi pareja y nuestra relación

– Me ahorraré la mala leche el resto del día

PENSAMIENTO ALTERNATIVO

Me gustaría encontrarme la cocina recogida al llegar a casa, pero sé que él prefiere echarse una siesta y hacerlo después.

No es que no me escuche o yo no le importe, sino que lo hace a su manera.

Tan egoísta es que él lo quiera hacer a su manera, como que yo quiera imponer la mía…

Como ocurre con cualquier otra habilidad, para convertirse en un “As” de la gestión emocional, el secreto está en la práctica (¡¡práctica, práctica y más práctica!!): identificar-cuestionar-rebatir. Y no es tarea fácil… O sí, pero la clave es la constancia. Piensa que estás intentando cambiar un hábito que lleva contigo la mayor parte de tu existencia y crear un nuevo hábito más adaptativo y saludable mentalmente, no se consigue en dos días. Pero si perseveras, te garantizo que lo conseguirás y serás unx crack del autocontrol emocional. 

Y antes de terminar me gustaría hacer una última matización: manejar tus emociones no quiere decir estar siempre bien y hacer desaparecer todas las emociones negativas. Hay muchas que son necesarias y adaptativas (por ejemplo, la tristeza y el duelo tras la muerte de un ser querido o la compasión ante el dolor ajeno). Se trata de tener emociones negativas en su justa medida, cuando sean adaptativas, y que no campen a sus anchas bajo cualquier “pretexto neurótico”.

Y esto es todo por hoy… Si te apetece saber más sobre el maravilloso mundo de la gestión emocional, no dudes en acudir a nuestro equipo de psicólogas, ellas sabrán guiarte y darte las herramientas para que tú seas el/la que domine tus emociones y no te dominen ellas a ti.

Rebeca Lajos
Terapeuta de pareja en Aidé