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¿Por qué no consigo lo que quiero en la cama?

En el artículo anterior ¿Por qué conseguimos lo que queremos cuando nos lo dejamos de proponer? hablábamos de los llamados “subproductos”, eso que conseguimos cuando dejamos de buscarlo de manera consciente. Por ejemplo, cuando alguien se obceca con “tengo que conseguir esto” (ser feliz, caer bien, enamorarme, ligar, pasar página de algo, que no me duela esto, sentirme tranquilo, etc.) y, erre que erre con su objetivo, y cuando de repente, lo da por imposible, se agota, se quema, o simplemente “pasa” de eso, ocurre el milagro y ¡lo consigue! Doy por hecho que el que esté leyendo este artículo, ya ha leído el anterior donde se explicaba con más detalle este concepto (de no ser así, no dejéis de echarle un vistazo). Toca hablar de lo que yo considero “subproductos” en el sexo.

Aunque en sexología no se usa este concepto y se aplican otros términos para exponer estas cuestiones, creo que los “subproductos” pueden enriquecer las explicaciones tradicionales.

Por ejemplo, la mayoría de los hombres que vienen a consulta con un problema de erección, suelen seguir este esquema: “tuve un gatillazo – me “rallé”- me propuse “no volver a fallar”-volvió a pasar – me angustié – más me lo propongo: “tengo que funcionar bien y tener una erección”- paradójicamente cada vez me ocurre más – me obsesiono – pánico a la cama, hasta la evito porque es un examen – y… voy a consulta porque ya estoy amargado con esto.

¡Ay nooooo! ¡Error! Tener erección no puede ser el objetivo (no podemos controlar esto). Tener una buena erección (si no hay un motivo físico que lo impida) se va a producir como subproducto de otras cosas: estar relajado (sin ansiedad), “abandonarme” y no pensar, sino sentir y vivir lo erótico de la situación, es decir, no fijarme en mi erección, ni analizar si está “dura” ni cuánto, ni tener en la cabeza lo mal lo que quedaría ante mi pareja, ni “tengo que dar la talla o si no es que soy un mal amante” (que no se active lo que se llama el “rol del espectador” (os remitimos para profundizar más en este tema a los anteriores artículos “Cariño, te juro que es la primera vez que me pasa”)

Cuanto más me proponga “tengo que tener una buena erección” más fácilmente se dará lo contrario, y cuanto más me proponga “no puedo perder la erección” más rápido y más veces ocurrirá. Seguro que casi cualquier hombre que lea esto sabe de lo que hablamos, porque lo cuenten o no ¿Quién no ha pasado alguna vez por esto?

La erección es un reflejo que no está bajo el control de ningún hombre. Si vais a la cama y no pensáis en ella “absolutamente nada” sino que estáis presente, disfrutando de lo que hacéis y recibís, sabiendo que ser un buen amante no es “tener una buena erección” sino proporcionar placer a quien tenéis delante (¡y puede ser de mil formas!) y sin ver el encuentro como un examen de virilidad sino como una oportunidad de compartir y disfrutar… entonces, y sólo entonces, aparecerá la erección, porque la erección es un subproducto de estar relajado, y abandonado al placer y la excitación, nunca puede ser el objetivo sino que es una consecuencia natural de lo anterior: Si no pienso, ni me pongo nervioso, ni estoy preocupado sino que voy a un encuentro a gusto, seguro de mi mismo y mi capacidad de dar placer, sin presión y centrándome en lo bien que no lo estamos pasando: mi cuerpo funciona de maravilla y reacciona a la estimulación sexual como siempre ha funcionado.

Igual esto mismo, explicaría muchos de los casos que entran de anorgasmia femenina en coito. Muchas de estas mujeres están recibiendo una estimulación sexual de sus parejas extraordinaria, en calidad y tiempo, y sin embargo… “Ay que rabia, no sé por qué no llego”. Se proponen entonces “tengo que llegar al orgasmo”. Y cada vez, ahí están, pensando durante el encuentro: “¿Llegaré hoy? Ay no sé, parece que sí, quizás no me está poniendo tanto esto… El otro día me gustó más… Y si le digo que vaya más rápido… Me da cosa, ¿Estará cansado? seguro que está aguantando por mí tanto rato…” ¿Os suena este monólogo interno, chicas? Seguro que sí, y si no fijaros mejor, que de primeras siempre creemos que no estamos pensando en nada.

El orgasmo es otro reflejo, como la erección, un subproducto de otras cosas, principalmente: no pensar en eso, no tener presión de llegar o no, abandonarme al placer y lo erótico, disfrutar de cada cosa que se esté dando, y hacer y proponer todo lo que creo que me excita o “me pone” al máximo, y… si la estimulación es suficiente y acertada (para esto, tengo que conocerme, claro), disfrutaré, me excitaré al máximo y entonces podrá llegar al orgasmo.

Proponerme el objetivo de tener una erección o un orgasmo en estos casos, es tan absurdo como proponerme estar “absolutamente normal” en una entrevista en la que creo que me juego mi imagen, mi puesto de trabajo actual, o incluso mi futuro laboral.

Así que os animo a pensar, cuando las cosas no están funcionando como queréis sexualmente, ¿con qué objetivo estoy yendo a la cama? Y si veis claro que es un subproducto, ¡cambiadlo! No es fácil, sobre todo si lleva pasando tiempo o hay circunstancias que lo dificulten (tener una pareja que presione o ser personas con excesiva necesidad de control, tendencia a la ansiedad o pensamientos obsesivos, etc.). Pero al menos intentadlo, y si no podéis, quizás necesitéis “herramientas”, concretas y personalizadas, y toca buscar ayuda profesional.

Begoña Ramos González
Psicóloga-Sexóloga Aidé



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