Diversidad sexual: ante todo, personas

Identidad sexual: ante todo, personas

 

Normalmente, cuando se le pregunta a alguien qué es la identidad sexual suelen ocurrir dos cosas: la confunden con la orientación sexual, o no tienen del todo claro cómo definirla, pero sí que saben identificarse a sí mismos como hombre, mujer o ambas cosas.

 

Donde se manifiesta con más claridad la confusión entre estos dos términos es en la siguiente creencia popular: un hombre afeminado ES homosexual y una mujer muy masculina ES lesbiana. Hablamos, por tanto, de un prejuicio que se ha perpetuado por el desconocimiento continuado de muchos/as personas que no se han parado a pensar, ni por un momento, que hay hombres afeminados y mujeres masculinas que son heterosexuales, y hay mujeres femeninas y hombres masculinos que son homosexuales.

 

Para empezar, debemos preguntarnos qué es realmente la identidad sexual o de género. Partiendo de una definición simplificada podemos definirla como “el género con el que se identifica una persona”. Si le preguntas a alguien si es hombre o es mujer, sí sabe responderte con mucha claridad con que sexo se identifica.

 

Pero, ¿Qué define la identidad de género? ¿Es algo biológicamente definido? ¿O es algo que se “aprende”?

 

Para responder a esta pregunta, vamos a hablar de dos factores que interactúan entre sí y pueden estar jugando un papel crucial en la formación de dicha identidad:

 

La identidad biológica

 

El sexo con el que nacemos, que está determinado a nivel genético, es el resultado de las combinaciones cromosómicas “XX” (mujer) y “XY” (hombre). Dichas combinaciones se manifiestan a nivel físico, dando lugar a las diferencias anatómicas que observamos comúnmente entre hombres y mujeres: el tamaño de los senos, la vagina, el pene, los testículos, el grosor y la cantidad de vello, la anchura de las caderas y de los hombros, y la forma del cuerpo, entre otras cosas.

 

Roles de género

 

Nuestra concepción de lo que es femenino o masculino está fuertemente influenciada por muchos factores socio-culturales, como el tipo de roles y de tareas que se suelen relacionar con cada género y el tipo de educación que se le da a los hombres (más centrada en logros y metas) y las mujeres (más centrada en el ámbito interpersonal). Estos factores se dirigen hacia una dirección u otra en función del sexo biológico del individuo, por lo que es común que en cuanto nos enteramos que un bebé que está en camino es una niña, por ejemplo, empezamos a acomodar su entorno para “ajustarlo” a las necesidades de ese género. Cabe resaltar que todas estas expectativas de lo que es femenino o masculino no están libres de estereotipos y prejuicios, y en ocasiones han llegado a ser tan restrictivas que han dificultado el avance de valores y roles más igualitarios.

 

De la combinación de estos factores pueden derivarse varias posibilidades:

 

  • Nuestra identidad sexual se corresponde con nuestro sexo biológico, por lo que tendemos a desarrollar los roles correspondientes a éste, lo que se denomina “cisgénero”.

 

  • En el caso de que nos identifiquemos con nuestro género biológico, pero nuestro aspecto externo se asemeje al del género opuesto (o no sea tan representativo de nuestro sexo) y desarrollemos patrones de conducta y roles que tradicionalmente se les atribuye al otro género, estaremos hablando de androginia (desdibujándose ligera o moderadamente los límites entre lo masculino y lo femenino). En esta categoría pueden entrar tanto los hombres con actitudes femeninas y las mujeres con conductas más masculinas, como aquellas personas cuyo aspecto no esté definido como femenino o masculino.

 

  • Nuestra identidad sexual no se corresponde con nuestro sexo biológico. Esta sería la base de la transexualidad, que consiste en la percepción de uno/a mismo/a como perteneciente al otro género, pese a que nuestro sexo biológico sea diferente al del grupo con el que nos identificamos.

 

  • Relacionado con el anterior punto, estaría el género no binario, que se define por la no identificación de la persona con los géneros femenino o masculino. Algunas personas consideran que la androginia podría estar dentro de esta categoría, pero a nuestro parecer, en la androginia sí puede haber identificación con uno de los géneros, así como la identificación parcial y estable con rasgos específicos del otro género (hallándose en un término medio), mientras que en el género no binario la persona puede presentar simultáneamente rasgos o roles de ambos géneros e ir fluctuando, sin que haya un punto intermedio.
    • Dentro del género no binario podemos encontrar el demigénero (la persona no se identifica del todo con su género, pero no necesariamente se identifica con el otro), agénero (falta de identificación absoluta por ambos sexos) y el poligénero (identificación con 2 ó más géneros).

 

Nos gustaría aclarar que muchos términos han surgido muy recientemente, y que por ello pueden llegar a resultar confusos o solaparse con otros términos más antiguos. Es muy probable que se vayan afinando con el tiempo, por lo que la información que os proporcionamos puede ir cambiando en los años venideros. Pero ante todo, nos gustaría hacer hincapié en esta idea: nos etiquetemos como nos etiquetemos, pertenezcamos a una categoría o no, seamos representativos de una mayoría o de una minoría, somos PERSONAS, dignas de respeto y trato igualitario, sin ser discriminadas por factores sexuales.

 

Y para terminar, os adjuntamos un enlace de un vídeo que está arrasando en Internet. La experiencia en primera persona de una niña transexual. Quizás si nos lo explican en primera persona, lo veamos claro.

Paula Domínguez Alarcón

Prácticum en Aidé Psicología

 



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